El hombre que tenía la vida llena de motas de
polvo, se sacudió otra vez en vano. Las partículas de polvo tienen electricidad
estática y como él siempre llevaba jerséis de lana con poliéster, no había
manera.
Se había cruzado con la mujer que tenía la
vida llena de descosidos y sus ojos se habían ido tras los hilos que colgaban
del bajo de su falda.
Pensó que el polvo y los descosidos no tenían
en común otra cosa que el color. Aún así, se atrevió a volverse para pedirle
que le dejara ir a su lado hasta allá donde fuera que ella iba.
La mujer descosida no le contestó porque
tenía la boca rota. Se limitó a regalarle una mirada que decía “Yo estaba
hecha polvo hasta que te vi”. Y a él aquello le hizo tanta gracia que se
rasgó allí mismo la camisa y le mostró un tatuaje en el pecho que decía: “Un
roto para un descosido”.
Y cada uno siguió su camino recto, a destinos
diferentes y opuestos, sabiendo que volverían a encontrarse.
Qué lindo, Mo. Creo que estos personajes vienen del mismo pais sencillo que mi Clarisa. Qué gusto da leer esta historia de amor tan de otra manera.
ResponderEliminarUn abrazo.
PD. Ves?
C'est la vie...! Muchas gracias por tus palabras, Miguelángel!!! :-)
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