martes, 20 de diciembre de 2011

FUNANBULISMO


La encontró paseándose por el borde de su vaso de cristal. Se había puesto las zapatillas de bailarina y hacía piruetas imposibles con la luz apagada.

Le dijo que siempre había estado a punto de cogerla de la mano, tirar de ella hacia fuera, para que saltara a su vacío. Le contó que desde hacía un infinito, intentaba mover las baldosas de la casa para hacerle perder el equilibrio. Le confesó que en el momento de conocerla supo que ya no habría forma de despegar el punto de vista de su falda de tul… Todo esto se lo dijo con un hilo de voz tan fino que apenas alcanzó los extremos de las cintas que colgaban de sus pies de acróbata. Aún así, ella sintió sus palabras que se fueron devanando al revés por su figura. Se detuvo en un plié desatinado y se dejó caer como una serpentina.

Le dijo que siempre había estado a punto de dejarse coger de la mano para que tirase de ella hasta su vacío. Le contó que desde hacía una inmensidad, intentaba perder el equilibrio cuando se movían las baldosas de la casa. Le confesó que en el momento de conocerlo supo que ya no habría forma de despegar el punto de vista del ala de su sombrero… Y todo esto, se lo dijo con una hebra de voz tan delgada que se fue enredando en sus brazos de malabarista saltimbanqui para siempre…


sábado, 26 de noviembre de 2011

EXPERIMENTOS CON EL NÚMERO PI

3,14159265358979323846... Cada palabra de cada micropensamiento tiene tantas letras como cada dígito en el número Pi y en el orden en que indica el número... Es sólo un experimento, inspiración de la Universidad de Alicante... :-)

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Uno y tres y siete… recontaba el dinero fuera del cajón… cerrando recuerdos siempre adornados con un ala amarilla… rota… suelta…

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¡Una y otra y venga! ¡Vayámonos en barcas lejos del calor! ¡Corramos, melenudos tristes, apretando con un ojo encogido azul oscuro!

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Ana o Pili… o Luisa… esperando la salida… puede que nunca terminen… esperando alegres… brindando por mi luz estúpida… Nada decido.

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Veo a Rita y canta descarada un sonido largo que puede recordar misterios lejanos, destellos sin su ser, palabras casi ciegas.

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Ala o pico… y… ¿luego? Removerlo de manera suave, sin prisa, poniendo calurosos abrazos pajareros con la sal esperada pero medida.

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martes, 8 de noviembre de 2011

ANIMALIA


Si yo fuera una paloma, no me posaría en un montón de sitios… pero eso a las palomas les importa un bledo.

Si yo fuera un león, no me comería ciertos animales… pero eso a los leones les importa un pimiento.

Si yo fuera un elefante, no me bañaría en algunos ríos… pero eso a los elefantes les importa un pepino.

Si yo fuera un pavo real, no expondría mi cola en ciertos lugares… pero eso a los pavos reales les importa un comino.

Si yo fuera un caracol, no cruzaría algunos caminos… pero eso a los caracoles les importa un pito.

Si yo fuera un humano, no soltaría tantas cosas por mi boca… pero eso a los humanos les importa un carajo.

Por eso, ahora que tengo patas de paloma, dientes de león, trompa de elefante, cola de pavo real, babas de caracol y boca de humano, me voy a posar allí en lo alto donde pueda ver a los leones comiéndose las babas de los caracoles que marcan el camino al río donde se baña la orgullosa trompa de un elefante que se pavonea enseñando su cola a multitud de animales que están esperando su suerte y gritando, como si fueran hombres desnudos, ante las fauces de una triste paloma…


domingo, 23 de octubre de 2011

Colecciones

Después de haber leído “Diógenes” de Pablo Albo, me he dado cuenta de que como no empiece una colección de recuerdos importantes, se me van a ir borrando inevitablemente de la memoria… También quiero que una carta de amor que escriba, llegue a su destinatario…:

- los envoltorios de los chicles “Niña” con los horóscopos…
- los cristalinos de los ojos de los besugos que se comía mi padre y que luego guardaba yo en una cajita… se ponían de color amarillo mate como el blanco de los ojos de mucha gente mayor…
- los concursos que organizaba mi tío Gilito (que no he vuelto a conocer a nadie más con este nombre…) en los que el premio era… ¡un lápiz plano de carpintero!
- los pasillos estrechos, altos, oscuros e interminables, en forma de L, por los que caminábamos descalzos mi hermano y yo las tardes de verano, queriendo ser indios Pies Negros…
- el sabor a metal del mango de la puerta de mi cuarto, que estaba desconchado…
- el organillo de juguete de la casa de mi abuela y las muñecas de los años 50… el Polilla…
- la buhardilla en la calle Velarde, junto a la Plaza del Dos de Mayo, donde vivían mi abuela y mis tíos… una casa en la que habían pasado tantos trozos de vidas después de la guerra…
- el botijo de cerámica con el agua siempre fresquita…
- la cocina de carbón que nos atraía tanto… mirar las brasas que caían y atizar el fuego con el gancho…
- el mechón de flequillo que me corté escondida detrás de la puerta…
- chupar la piedra de sal que mi tía guardaba envuelta en un papel dentro de su armario…
- un viaje al cine de Estrecho en el seiscientos de mi tío (que aún conserva) a ver Veinte mil leguas de viaje submarino
- el pelo largo y blanco hasta la cintura de mi abuela liado en un moño…
- los jabones Magno y La Maja, la colonia de Lavanda
- un jersey de cuello alto de lana azul claro con un pingüino enorme delante y que picaba a rabiar…
-

Y la carta de amor que todavía no he escrito…


martes, 11 de octubre de 2011

La piel de un plátano

Me había enamorado de la piel de un plátano… es que era tan amarilla, tan tierna, con aquellas manchitas marrones de lunares, era una piel de plátano la mar de flamenca. Yo no sabía cómo hacer para que se fijara en mí. Esto me resultaba bastante difícil porque no conseguía averiguar dónde tenía los ojos… Eso sí, me los imaginaba brillantes, chispeantes, estrellados y soñaba cada noche de luna llena con que acabaría posándolos en mí y dedicándome una dulce mirada melosa. Sólo que un día, mientras me hallaba envuelta en aquellas ensoñaciones tropicales, la pisé… me escurrí… me pegué el gran platanazo, como sólo pasa en las viñetas de los tebeos… Fue una verdadera lástima, pues justo antes de que la destrozara con la suela de mi sandalia, me pareció que intentaba hacerme un guiño amarillento… La próxima vez lo haré mejor. La próxima vez me fijaré en una piña…


martes, 4 de octubre de 2011

Indecisiones


Tengo unas ganas de …, es que me muero por …, digamos, que me pierde el …, ante todo, sin dejar a un lado al …, por eso, voy a ver si entro en … para que luego no vayan a … Sin embargo, quién podría decir que… Recapitulemos, no es que tenga que …, por no perturbar el…, es que, en realidad, lo que me …, es no saber nada de … y luego tener que andarme por las … sin perder el … Creo que al final voy a … sin hacer ningún … y no armar un … por no hacer … Pues eso.


lunes, 5 de septiembre de 2011

Humo de mierda


Era un plato gigantesco de sopa humeante. Un humo desmesurado de sopa caliente saliendo de un plato invisible. Una sopa imperceptible bajo un humo descomunal y aterrador sobre un plato que era valle infinito. Era todo humo. Un humo horrible, sucio, repugnante, desolador, pegajoso y pestilente. Un humo que se podía cortar con navaja de afeitar, un humo que se podía masticar como arena, un humo que dejaba ciego, un humo que sonaba como un lento y lastimoso gemido de animal que sabe que va a ser degollado. Un humo que engulle despiadadamente ignorante hasta la misma chimenea de la fábrica de donde sale. Un humo de mierda de fábrica de empresario de fábrica de mierda de humo…


sábado, 27 de agosto de 2011

MEDUSA AÉREA




De pronto, casi todo se ha dado la vuelta y aparecen momentos que me hacen guiños extraños…

Hay una medusa volando encendida por el cielo de mi patio;

mi gato caza langostas, como ratones, que caen desorientadas de las hojas de los rosales;

los paseos de tierra adentro se perfuman con un mar de nubes invertidas que difuminan el interminable valle de olivos;

aquí existen siete pozos en los sótanos de una casa antigua, quizá sinagoga, y siete escalones que entran en un mikve oculto bajo el peso de los siglos;

la cocina se llena de moscas atraídas por el olor de la India y desaparecen con ella;

me repugnan la cabeza enorme y los ojos verdes mate de mirada de plástico de los saltamontes;

dos libros se han caído al suelo sin razón;

un autobús lleno de ciclistas se ha parado frente a mi puerta y casi roza mi ventana, por donde me asomo, mientras varias personas me dicen que tengo un vista perfecta;

no entiendo por qué se venden tantos búhos de cerámica;

en el centro de la iglesia hay una estrella desde la que se ve el centro de la cúpula más alta y desde donde parece que te ensarta de la cabeza a los pies la finísima aguja del tiempo;

algunas gárgolas me parecen osos peludos;

imagino las casas, con las ventanas cerradas a cal y canto, desiertas y abandonadas, mientras las calles están llenas de gentes que deambulan y buscan dónde cobijarse, de miradas que saben dónde están pero no por dónde caminan;

veo mi tablero de ajedrez por dónde he saltado este verano como un alfil, hermosas ciudades de una hora, aviones que se esfuman, piraguas que se deslizan por agua dulce pasando árboles que recuerdan mi pelo, una voz que acaricia y unas manos suaves, cajas que se llenan y vacían de objetos, la risa ante algo imposible de clasificar para el reciclaje y una mariposa de tela en agradecimiento, amigos que te preguntan cómo estás por dentro, que por fuera, ya se sabe… alguien muy cercano que te presta todo como un hermano, cuerpos desnudos llenos de arena y sal, una casa que me gusta por su laberinto en el tiempo y porque nadie la puede adivinar desde el otro lado, una niña que quiero entender sin perderme, una alfarera que regala estrellas de mar y ruedas, un alma interesante envuelta en una dimensión desconocida y atrayente que camina sin descanso por el empedrado…

y antes de que me dé cuenta, estaré saliendo de mi casa por el tejado, trepando por la chimenea, a sentarme en el filo de un cuarto creciente para verlo así todo desde arriba.


La costurera



Lo que pasa cuando las cosas se remiendan no más…

¿De dónde has sacado esto? – me preguntó.

Me lo encontré entre mil que había, - le dije.

Sí, pero entre mil que había, ¿dónde?

Es que a mí siempre me ha gustado buscar y rebuscar, y esta vez abrí la caja aquella en la que había mil. Tenía un gran cartelón en la tapa que ponía lo evidente: M I L. Sí, dentro, un hilo azul de algodón, difícil de cazar entre tantos. Tiré y tiré, deshice nudos y enredos, desabroché botones y subí cremalleras, hilvané unos cuantos dobladillos, zurcí cinco calcetines y acabé llegando a un remate de Tres Pequeños Puntos... ¡es que no me quiero quedar en los remiendos!

Me gusta la gente que utiliza el hilo al menos una vez a la semana… digamos que me fío de ellos.

Sí, el hilo que cose y descose, el hilo brillante de rastro de baba de caracol, el hilo del horizonte, el hilo fino de la voz de una llave en el bolsillo, el hilo invisible que deshila, el hilo que va desde allí hasta aquí… Costurera sin dedal, cose poco y mal…

¡Sigue dándole a la rueca con todos los hilos del mundo!

¡Ay, que me estoy deshilando! ¡Acabo de ver el extremo del hilo dorado que me has dejado en el alfeizar de la ventana! A ver si lo alcanzo, que no quiero que se me escape, ni quiero perderme lo que hay al final de lo interminable... Mujer ventanera, poco costurera…

Aquí tienes la hebra que te faltaba.

El hilacho de tu última palabra, el hilo de escalofríos que dibujaba tu dedo en mi espalda, la bola de hilo que se me quedó debajo de la lengua, la maraña de hilo de seda que tejiste en mi corazón, la hilera de hilos que bajaste sin deshacerte, el umbral de cordones que no pude saltar, el hilo suelto que ataba una nube al pomo de mi puerta… y al final… el frágil hilo de tu silueta con una flor en el pico.

viernes, 26 de agosto de 2011

Desde dentro de la tubería


He abierto los ojos y he visto la luna llena de luz al fondo donde se adivina el mar.

Pero… ¿qué estás haciendo ahí?

Me he venido aquí a vivir una temporada. Estaba ya cansada de las paredes rectas, de los espacios cubistas y de los rincones puntiagudos de mi casa. Por eso me he buscado un lugar cilíndrico y oscuro donde no me pueda pegar golpes, donde no tenga que dar vueltas para pasar de un cuarto a otro, esquivando muebles, sombras y presencias que no se acaban de ir.

Y entonces, ¿cuándo tiempo te piensas quedar?

Me quedaré aquí hasta que se llene de agua…

… Y cuando se hubo llenado, salió, nadando por el círculo de luz y encontró de nuevo la feliz inmensidad que las telarañas no le habían dejado ver.

El espejero


Me dijeron que le habían castigado por asomar la cabeza por debajo de una puerta que rozaba el suelo, por romper la cerradura con los dientes y por desatornillar las bisagras oxidadas con las uñas… Por eso, cuando cumplió su condena y salió, se marchó lejos de allí, casi al otro lado del planeta y puso una tienda de espejos de azogue.

Los espejos que vendía no tenían precio. Se lo ponía según quién entrara preguntando. A veces los regalaba y otras, el interesado no habría podido pagarlos nunca.

Los espejos que vendía mostraban el alma del que se reflejaba en ellos.

                  De imposibles...

Las tejas también se van

¡Qué cosas pasan a veces...! 

Cuando llegué a mi casaportresdíasmás el 21 de julio y después de un viaje, me asomé al balcón, y... había desaparecido el tejado que tanto me gustaba de la casita vieja de enfrente... Se le veían las entrañas de telarañas, una habitación pintada a rayas, la puerta que daba al pasillo y una ventanuja negra que antes no se imaginaba... ¡y había gente dentro viviendo...! ¿A dónde se habrán ido las tejas...?