sábado, 27 de agosto de 2011

MEDUSA AÉREA




De pronto, casi todo se ha dado la vuelta y aparecen momentos que me hacen guiños extraños…

Hay una medusa volando encendida por el cielo de mi patio;

mi gato caza langostas, como ratones, que caen desorientadas de las hojas de los rosales;

los paseos de tierra adentro se perfuman con un mar de nubes invertidas que difuminan el interminable valle de olivos;

aquí existen siete pozos en los sótanos de una casa antigua, quizá sinagoga, y siete escalones que entran en un mikve oculto bajo el peso de los siglos;

la cocina se llena de moscas atraídas por el olor de la India y desaparecen con ella;

me repugnan la cabeza enorme y los ojos verdes mate de mirada de plástico de los saltamontes;

dos libros se han caído al suelo sin razón;

un autobús lleno de ciclistas se ha parado frente a mi puerta y casi roza mi ventana, por donde me asomo, mientras varias personas me dicen que tengo un vista perfecta;

no entiendo por qué se venden tantos búhos de cerámica;

en el centro de la iglesia hay una estrella desde la que se ve el centro de la cúpula más alta y desde donde parece que te ensarta de la cabeza a los pies la finísima aguja del tiempo;

algunas gárgolas me parecen osos peludos;

imagino las casas, con las ventanas cerradas a cal y canto, desiertas y abandonadas, mientras las calles están llenas de gentes que deambulan y buscan dónde cobijarse, de miradas que saben dónde están pero no por dónde caminan;

veo mi tablero de ajedrez por dónde he saltado este verano como un alfil, hermosas ciudades de una hora, aviones que se esfuman, piraguas que se deslizan por agua dulce pasando árboles que recuerdan mi pelo, una voz que acaricia y unas manos suaves, cajas que se llenan y vacían de objetos, la risa ante algo imposible de clasificar para el reciclaje y una mariposa de tela en agradecimiento, amigos que te preguntan cómo estás por dentro, que por fuera, ya se sabe… alguien muy cercano que te presta todo como un hermano, cuerpos desnudos llenos de arena y sal, una casa que me gusta por su laberinto en el tiempo y porque nadie la puede adivinar desde el otro lado, una niña que quiero entender sin perderme, una alfarera que regala estrellas de mar y ruedas, un alma interesante envuelta en una dimensión desconocida y atrayente que camina sin descanso por el empedrado…

y antes de que me dé cuenta, estaré saliendo de mi casa por el tejado, trepando por la chimenea, a sentarme en el filo de un cuarto creciente para verlo así todo desde arriba.


2 comentarios:

  1. Olga, qué sorpresa, por fin te has animado.
    Es un placer leer estas cosas tan bonitas.
    Cuánto me gusta, sigue, sigue.
    Un beso.

    ResponderEliminar
  2. Aysss... gracias :-))) Me gusta que te guste!!! Mil besos!!!

    ResponderEliminar

Me gusta que me dejes un comentario... o dos... o tres... o más!