martes, 11 de octubre de 2011

La piel de un plátano

Me había enamorado de la piel de un plátano… es que era tan amarilla, tan tierna, con aquellas manchitas marrones de lunares, era una piel de plátano la mar de flamenca. Yo no sabía cómo hacer para que se fijara en mí. Esto me resultaba bastante difícil porque no conseguía averiguar dónde tenía los ojos… Eso sí, me los imaginaba brillantes, chispeantes, estrellados y soñaba cada noche de luna llena con que acabaría posándolos en mí y dedicándome una dulce mirada melosa. Sólo que un día, mientras me hallaba envuelta en aquellas ensoñaciones tropicales, la pisé… me escurrí… me pegué el gran platanazo, como sólo pasa en las viñetas de los tebeos… Fue una verdadera lástima, pues justo antes de que la destrozara con la suela de mi sandalia, me pareció que intentaba hacerme un guiño amarillento… La próxima vez lo haré mejor. La próxima vez me fijaré en una piña…


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