Tomó
una tiza blanca. Dibujó un círculo a su alrededor y puso mucho cuidado en no
dejar ningún punto abierto. Luego vino la lluvia, el viento, la gente que
pasaba por allí arrastrando los pies. Él se dio cuenta de que la tiza se
borraba con todo aquello. Por eso, volvió a pintar el círculo a su alrededor y
esta vez lo hizo con un rotulador grueso permanente que no se quitaba con nada.
Además, le puso encima una red para pescar atunes.
Ella
no se había movido. Seguía mirando por la ventana de su mundo, que tenía los
cristales hechos de cuadraditos de cuerda. Quería ver más allá, pero le habían
dicho que la línea del horizonte era solo una cinta que pegaba el cielo con la
tierra.
El
día que puso su zapato verde al otro lado del círculo de rotulador permanente y
logró que le siguiera su pié y su otro zapato con su otro pié, comprendió, como
una bofetada de mano abierta, que los límites de la realidad estaban solo y únicamente
en la forma en la que él la había dibujado…
Precioso, mágico.
ResponderEliminarVengo a parar a ti por casualidad... Que descubrimiento, que tesoro!
ResponderEliminarBien hallada