Era
un plato gigantesco de sopa humeante. Un humo desmesurado de sopa caliente
saliendo de un plato invisible. Una sopa imperceptible bajo un humo descomunal y
aterrador sobre un plato que era valle infinito. Era todo humo. Un humo
horrible, sucio, repugnante, desolador, pegajoso y pestilente. Un humo que se
podía cortar con navaja de afeitar, un humo que se podía masticar como arena,
un humo que dejaba ciego, un humo que sonaba como un lento y lastimoso gemido
de animal que sabe que va a ser degollado. Un humo que engulle despiadadamente
ignorante hasta la misma chimenea de la fábrica de donde sale. Un humo de
mierda de fábrica de empresario de fábrica de mierda de humo…